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miércoles, 26 de noviembre de 2008

La credibilidad de las identidades digitales genera debate

Curiosamente, en los últimos y desde dos foros internacionales en cuanto a participación (CCK08 y MNV08) se ha generado un debate sobre las identidades digitales.

En ambos foros hay quien cuestiona la credibilidad y la validez de las opiniones o ideas expresadas por personas bajo seudónimos y no con su nombre real ye, algunos casos, la posibilidad de que una misma persona se muestre como varias entidades distintas.

Ello plantea un importante dilema: ¿Debemos despreciar las ideas que no son sostenidas por personas identificadas con sus nombres reales? ¿Qué es más importante: el mensaje o el mensajero? Y si estamos en un entorno virtual como Second Life en el que no hay posibilidad de vincular el avatar con una persona física ¿qué hacemos?

La solución es menos complicada de lo que parece y surge de un proceso interno en el que cada cual toma sus tiempos y sus cautelas.

En los dos últimos meses, desde Connectivitas hemos realizado dos conferencias en Second Life: Una con George Siemens y otra con Stephen Downes. Los asistentes visualizaron sólo sus avatares y creer que eran ellos habría sido un puro acto de fe, si no fuera porque son personas con gran actividad de audio en la red y estamos familiarizados con sus voces.

Pero ¿habría sido igual si los ponentes fueran personas menos conocidas en esta faceta? Desde mi punto de vista, si. Y me explico.

Un acto público tiene un organizador y es éste quien aporta la credibilidad y las garantías necesarias. Quienes acuden, tras recibir la invitación, se sienten parte de un grupo, red o comunidad y confían en ello. No hay cuestionamiento ni decepciones.

Claro que siempre nos planteamos las dudas desde nuestra prespectiva. Pero, sigamos con el evento. ¿Sabe el organizador quienes realmente los asistentes? En unos casos sí, porque ha habido inscripción previa, y en otros no. ¿Le importa? Mientras no le creen conflictos, por supuesto que no.

Y si no se trata de un evento organizado sino de un encuentro informal o azaroso, ¿sería igual? En este caso, la persona tomaría una rápida: participo o no participo.

Pero ¿en qué se diferencia este proceso del que ocurre en la vida real? Si asistimos a una conferencia y no hemos visto nunca al ponente, o hemos visto una foto antigua, también tenemos que hacer un acto de fe para asumir que su imagen corresponde al perfil que nos han dado. Igual que en el mundo virtual confiamos en la credibilidad y la garantia que nos ofrece el organizador.

Pero es que si comparamos el chat informal con una charla informal en la vida real tenemos, en ambos casos, las mismas garantías. Da igual que sea Dolors o Serolod, Esperanza o Inam, Maru o Mmvcentro, Stephen o Labat, George o Wetheawer, Carlos o Casares, ... Piensan lo mismo y dicen lo mismo. ¿Dónde está la diferencia?

¿Sería importante que alguna de ellas desdoblara su personalidad y, en función de cada caso, actuara con una o con otra? ¿Cuál seria la alternativa? Sólo veo dos posibilidades: Actuar en su nombre o callarse. En el primer caso, probablemente lo haría coaccionado por tener que mantener un status y en el segundo nos privaría de conocer su punto de vista. En ambos casos perderíamos. ¿No les parece?

No cabe duda de que estamos asumiendo la recta final de un proceso acelerado de cambio inminente que, en el primer mundo cierra la brecha digital para abrir la brecha robótica en la que voces autorizadas como el profesor de Sociología de la UNED, Antonio López Peláez, considera que en 15 años existirá una brutal hibridación del ser humano con los robots (ya que éstos dejarán de ser máquinas sofisticadas para ser herramientas cotidianas, capaces de ver, actuar, hablar, dominar el lenguaje natural y ser inteligentes, por lo que nuestra relación con ellos será más constante y más cercana.

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